09 julio 2005

El Norte

Hoy me apetece contaros un relato, en vez de tanta rayada o drama social. Lo escribi hace algunos meses, espero que os guste.
Llegue a Madrid hara unos seis meses y creo que nunca me he sentido tan solo como hasta entonces. Quizas aquí todo va demasiado desprisa, quizas el gris cielo ha entrado en el corazon de las personas. Alli en mi tierra, en el Norte todo se escribe más pausativamente, uno se detiene a pensar y ha mirar el mar, aqui corres de un lado a otro. En estos meses aun no he conseguido tener una relacion profunda con nadie, seran que las relaciones son tambien deprisas y cortas. Por que aquí en Madrid todo es frio, la gente es fria, la gente es indiferente. Pero hace poco descubrí que cada persona tiene algo que decir, como una mañana en que leía una novela interesante y me detuve un instante a mirar a la persona que estaba a mi lado; era un taxista que me llevaba hacia un centro comercial. Pensé que no sabría el por qué de su existencia, o sea alguien que sólo espera como un enfermo el destino de la muerte. Sin embargo, el día estaba tan frío y gris que decidí preguntar:
- Qué le parece, si hoy día fuera el último de su vida, ¿qué es lo que haría?
Me miró preguntándose si yo estaba loco o solo bromeaba, pero luego cambió su expresión por otra y dijo:
- No lo sé... Quizás viajaría hacia mi tierra, o visitaría a todas las mujeres que he deseado... Sí. Algo así haría, en verdad nunca me he puesto a pensar en lo que haría. Compraría un seguro millonario y con mi muerte, aseguraría a mi familia por el resto de sus vidas... ¿Y usted?
- Creo que nada, - le dije - sólo seguiría haciendo lo mismo, sabiendo que todos vamos al mismo abismo, todos amigo. Escuché que uno en la vida puede conocer la eternidad. La filosofía, la religión y la ciencia han fracasado... Hay una manera, pero no sé por qué, lo dejo al último momento...
Esperé que reaccionara, pero no lo hizo; llegué a mi destino y me despedí del taxista. Entré al centro comercial más popular de la ciudad, y vi a tanta gente comprando y vendiendo, que entendí que trabajaban para comprar utensilios que les proporcione una dosis de felicidad. Pero, trabajar para vivir es una locura, es ir detrás de un fantasma esperando todo; yo vivo, y trabajo pero soy consciente de estar encerrado en una jaula son libertad. Después de comprar mi dosis de musica, vi a un grupo de dos personas que cantaban y bailaban alegremente una música popular, era tan hermosa que la emoción me sobrecogió y unas lágrimas se filtraron desde mi corazón, les di una propina y mientras se alejaban, sus miradas derramaron sobre mí el perfume de la belleza...
Regresando en otro taxi, le comenté al chofer aquel suceso, y me dijo que así es en el Norte, que son gente muy musical, y se entregan con el alma a su arte, cosa de nuestros ancestros.
- Yo fui un gran jinete de caporales – siguió contándome – y en las fiestas de nuestra Señora del Carmen, cada año había una batalla de jinetes, que durante día y noche nos pegábamos con garrotes en todo el cuerpo tratando de botarnos, y así seguir hasta que no quede más que uno solo, y ese era el campeón; yo para jinete soy muy alto pero, era mañoso, cogía a mi caballo y con las piernas me amarraba a su lomo como alicate, cogía sus mechas y le meneaba como a mujer, y con mi garrote aplastaba a todos, así era en la Sierra... Acá es diferente, todo es bulla, y todo es gris... la gente se pelea, pero no sabe contra quién, no hay premio, es como si pelearas contra fantasmas, nadie es como es, todo es confuso y gris... Las mañanas en la Norte son celestiales, y las noches brillan como cristales o diamantes... Me encanta estar sentado frente al mar mientras llueve. ¿Conoce usted el Norte?
Al llegar a mi piso abri la puerta y una frio viento me recibio, cerre los ojos y todos mis musculos se tranquilizaron. Una gran luz blanca me transporto hasta la gran superficie color azul que cortaba con el cielo en el horizonte. Estaba empezando a llover pero no me importaba. Estaba en casa.











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